Río Tinto, historia minera y comunidades microbianas: ‘Siguiendo la pista a la vida en Marte’

 

Si pensamos en el Río Tinto y el rojo cauce que tieñe sus aguas, la evocación más clara que nos surge es la que nos lleva a recodar su  pasado minero, que marcó su entorno especialmente a finales del siglo XIX, con la llegada de la colonia británica que gestionaba la explotación de los minerales a cargo de la empresa Río Tinto Mine Company.

El asentamiento británico perturbó profundamente el modo de vida de las comunidades campesinas de las localidades onubenses de la zona. Fue en 1873 cuando el Estado Español vendió a los ingleses las minas de cobre, reconocidas desde la época romana como un riquísimo yacimiento, las minas ya habian pasado por varias etapas de explotación debido a las cuales el asentamieno humano había crecido.

Los ingleses, además traer la teconología de explotación, instauraron su cultura y tradiciones, fabricaron sus barrios y casas y, en ciertos modo, desencadenaron rechazo en la población. Las malas condiciones de vida que generaban las minas produjeron oleadas de protestas entre la población local, situación que se fue recrudeciendo con el paso de los años. En 1888, agricultores y mineros protagonizaron la que podría ser la primera protesta ecológica de la historia, que acabó con la vida de más de cien personas, sin que exista, a día de hoy, un reconocimiento hacia aquellos que no hicieron más que luchar por su dignidad y la preservación de su entorno natural y de su salud.

El motivo fundamental que llevó a este alzamiento popular fue el procedimiento que se empleaba para obtener el cobre en estado puro, conocido como “cementación artificial” o “de teleras”, un sistema de calcinación prohibido en todos los países del mundo en aquel momento, incluido el vecino Portugal. Para ello, se colocaban ingentes cantidades de este mineral al aire libre y se prendían sobre ramajes secos, lo cual llevaba a la emanación constante de humos tóxicos, desprendiendo enormes cantidades de azufre ininterrumpidamente. Se formaba así una extensa nube negra sobre los municipios de la zona, a la que los lugareños apodaban ‘la manta’, y que acarreaba efectos notablemente perniciosos sobre la salud de las personas y sobre la vegetación y los cultivos, fuente de subsistencia.

El 4 de febrero, mineros y habitantes de los pueblos vecinos recorrieron de forma pacífica las calles de Riotinto pidiendo la suspensión de las calcinaciones, bajo las consignas de: ‘¡Abajo los humos!’ ‘¡Viva la agricultura!’ De manera inesperada, se inició una cruenta carga contra los manifestantes. Cientos de víctimas perecieron en una masacre que, a día de hoy, aún no ha sido esclarecida del todo.

La minería en Riotinto ha dejado una huella imborrable en el paisaje natural y cultural de la comarca onubense. La magnitud de la transformación del relieve, la profundidad de las cortas mineras, embudos de vacío que se hunden en el terreno, los restos de toda clase de instalaciones, chimeneas en ruinas, amasijos de hierros, restos de la red ferroviaria, escombros, rocas alteradas a lo largo de kilómetros, todo ello, te deja sin aliento. No obstante, uno de los rasgos más llamativos de esta cuenca, el color de las aguas que le da nombre al río, no es una consecuencia de la minería.

Una inmensa franja de polisulfuros metálicos, la llamada”faja pirítica” de magnitud kilométrica y gran diversidad de minerales atraviesa el norte de la provincia de Huelva y se extiende por Portugal. Las vetas de pirita, calcopirita y otros minerales de azufre son estables cuando están alejados del agua y el oxígeno. Pero en contacto con el agua comienzan las transformaciones ya que se oxidan espontáneamente. El proceso se ve retroalimentado y acelerado por unas bacterias muy especiales: las “quimiolitotrofas” conocidas comúnmente como “comepiedras”. En realidad lo que hacen estos organismos es obtener la energía que necesitan para vivir de reacciones químicas de oxidación de los sulfuros. En el Reino Animal, por el contrario, sacamos la energía de reacciones de oxidación de moléculas orgánicas como la glucosa. Pues bien, estas reacciones microbianes liberan iones férricos y acidifican el agua, causa del color rojo del cauce y de su bajo pH.  El  Río Tinto tiene su fuente bajo una masa de pirita y el agua ha sido roja desde siempre.

Más allá de su particular coloración, el Río Tinto es todo un universo para un microbiólogo. Se trata de un sistema increíblemente heterogéneo, en el cual prolifera la vida en los distintos microambientes. Bacterias de muchos tipos de metabolismo, hongos, protozoos, algas, ocupan los diferentes nichos: la lámina iliminada de agua, el sedimento de las oscuras pozas, la superficie de las rocas, el fango, el borde del cauce que se deseca, las zonas siempre húmedas, cada particular conjunto de condiciones de luz, temperatura y composición química, tiene su propio ecosistema microbiano.

Pero sin duda el ambiente más extremo es el de las zonas profundas, bajo el peso del mineral o de escombro de la minería, donde el oxígeno y la luz no existen, donde la acidez es extema, donde la temperatura puede llegar a 80ºC debido a las reacciones que se producen. Aquí, en un ambiente comparable al del planeta Marte, también viven microorganismos. Y, si hay vida en estos ambientes del Río Tinto, ¿porqué negar la existencia de la vida en el Planeta Rojo?  La Agencia Espacial Europea desarrolla uno de los más importantes proyectos de astrobiología participado por la NASA en Rio Tinto. Gracias al estudio de sus microrganismos se está avanzando en el conocimiento de las condiciones de vida que puede haber hoy y hubo, en el pasado, en Marte. Estos descubrimientos han saltado a la prensa bajo el titular “Rio Tinto, Marte en la Tierra”.

Paisaje minero de Riotinto

La comarca de Río Tinto es actualmente un lugar para la divulgación. Tras el cierre de las minas se ha realizado una gran labor para darle una nueva vida al patrimonio industrial y oportunidades a la comarca. Una visita a Río Tinto es un viaje a través de la historia de la minería, una reflexión sobre el poder transformador de la huumanidad en busca de los recursos.

El visitante debe abrir sus sentidos al paisaje que rodea el trayecto que se realiza en el tren minero, acercarse a las ácidas y rojas aguas del cauce, dejarse impresionar por su color, pasear por las casas de los ingenieros y administradores británicos, tan distintas de las casas andaluzas y, porque no, completar su visita con una magnífica comida con los mejores porductos de una tierra verde de bosque y roja de minerales.

¡Ven a descubrirlo!

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